martes, 22 de noviembre de 2011

Eternidad 1ª Parte





                                                     Eternidad 1ª Parte









Mi nombre es Slayne y hace varios siglos que mi vida cambió por completo. En aquel momento yo vivía solo en un viejo edificio del centro de la ciudad. No solía relacionarme con mucha gente, quizá fuera por mi trabajo, pasaba horas en el taller de encuadernación. Pero también influía mi carácter. Siempre he sido un joven muy reservado y un poco antisocial. Esto me ocurría desde que era un niño. Siempre había tenido una relación difícil con mis padres, por eso al cumplir la mayoría de edad decidí que lo mejor sería vivir por mi cuenta. Sólo había una persona con la que tenía simpatía. Un amigo de la infancia, Aliosh. Una noche Aliosh pasó por mi casa y me invitó a una copa en un bar que hacía poco que habían abierto. Además hacía unos días que no nos veíamos y nos vendría bien charlar de nuestras cosas. Nos dirigimos hacia el bar dando un paseo por el centro, ya que no se encontraba muy lejos de mi casa. Aquella zona no era una de las mejores de la ciudad. No tenía muy buena reputación. Todos los edificios eran ya muy antiguos y la mayoría estaban desocupados. Al cabo de un rato llegamos al local. Nos detuvimos delante de la puerta. Era una puerta antigua, deteriorada e imperceptible a simple vista. No imaginamos por qué razón estaba situada estratégicamente de aquella manera, era casi imposible descubrir la entrada. El cartel parecía oculto en la sombra. Una vez dentro nos quedamos perplejos, al ver el ambiente que reinaba en él. Era un lugar sombrío, apenas había luz, nada más que unas pocas velas. Las paredes estaban pintadas de colores oscuros, cosa que no ayudaba a iluminar la sala. Aliosh y yo decidimos sentarnos en uno de los divanes. Todos eran de terciopelo, unos negros y otros morados. Poco a poco, mientras mi camarada y yo charlábamos, empecé a fijarme en las demás personas que había en el bar. Soy consciente de que en aquella época solíamos llevar trajes bastante llamativos, pero aun así me resulto extraño la vestimenta de aquellas personas. Vestían todas con tonos muy oscuros. Casi todos los hombres llevaban capa larga, y las mujeres vestían con atuendos demasiado provocativos. Mientras comentaba mis descubrimientos sobre el local a Aliosh, mis ojos se centraron en una joven sentada cerca de nuestra mesa. No le di importancia pero en ese momento tuve una extraña sensación al cruzar nuestras miradas. Durante esos instantes de charla con mi querido amigo conseguí olvidarme de todos los problemas que me rodeaban. Me sentí a gusto en ese lugar. Empezó a hacerse tarde y Aliosh y yo decidimos que ya era hora de volver a casa. Pero, de pronto, alguien se acercó a nuestra mesa. Era la mujer que hacía un instante había visto en la sala. Y sin dilación preguntó: - Disculpad, ¿puedo sentarme con vosotros? - Sí, claro. – respondimos, indicándole un gesto amable para que la chica tomara asiento. Como buenos caballeros, quisimos invitarla a una copa de vino, pero ella la rechazó. -Perdona pero, tenemos que irnos. Ya es un poco tarde. Advirtió Aliosh. La mujer se apresuró a pedirnos que nos quedáramos un poco más, que tomáramos una copa con ella. – Quedaos. Me gustaría conoceros, si no os importa. Cambiar impresiones y experiencias. De nuevo volvió a recorrer mi cuerpo una extraña sensación. ¿Qué me sucedía? ¿Por qué aquella mujer despertaba en mí aquella inquietud? - Me llamo Akessa. – dijo. Y de pronto empezó a relatarnos algunas de sus aficiones y entretenimientos. Nos preguntó nuestros nombres y para nuestra sorpresa, Akessa, aquella encantadora mujer, nos propuso algo inusual. - ¿Aceptaríais acompañarme a mi casa y ofreceros una copa del mejor vino de la región? - Claro.Slayne te acompañará encantado. Perdonadme pero yo no voy, estoy demasiado agotado.- dijo Aliosh. Y me dejó solo con ella. Cuatro siglos atrás todo era muy diferente. No tuve más remedio que acompañar a Akessa. No me importaba hacerlo pero se podía decir que le debía una a mi querido amigo. Akessa y yo tomamos un carruaje y nos dirigimos a su residencia. Al llegar, me sorprendió enormemente el tamaño de aquel edificio, semejante a un castillo. Cuando entramos pude comprobar sus dimensiones. Disponía de varias habitaciones, un gran salón y hasta una biblioteca. Al llegar al salón quedé maravillado. Era muy espacioso perfectamente distribuido y decorado, iluminado con velas, que desprendían un aroma suave y dulzón, con amplios ventanales, cubiertos por unas suntuosas cortinas de terciopelo rojo, que daban a un precioso jardín. Amablemente Akessa invitó a que me sentara en unos de los butacones de la sala ofreciéndome una copa de vino. Ella tendió su frágil cuerpo sobre unos de los divanes. Poco a poco empezamos a charlar, a contarnos como era nuestra vida. - Nunca he estado rodeada de mucha gente. Siendo muy joven perdí a mi familia.-confesó con una gran tristeza en su mirada-. He pasado largas temporadas sola, sin ningún tipo de compañía, y cuando por fin parecía que encontraba a alguien con quien olvidar mi soledad, era yo quien debía desaparecer. Me provocaba una terrible tristeza escuchar esas palabras de una mujer tan joven como Akessa. Me costaba creer que una joven, que había sufrido tanto en la vida, que estaba tan sola y parecía tan frágil, hubiera conseguido sobrevivir, y además poseyendo la gran residencia donde nos encontrábamos. De pronto, me di cuenta de la belleza que poseía . Su piel era tan pálida que podía distinguir, casi a la perfección, algunas de las venas que recorrían su cuerpo. Sus ojos eran profundos, muy oscuros, casi negros, a veces tenía la sensación de que iba a caer en ellos. Su pelo desprendía unos lindos reflejos dorados que me encantaban. En ese momento llevaba su larga melena suelta y el flequillo recogido en un bello pasador rojo, haciendo juego con su sugerente corpiño, que realzaba espléndidamente su figura. Casi sin darme cuenta quedé prendado de aquella fascinante mujer. Me sentía muy a gusto hablando con ella, pero creí que era hora de regresar a mi casa. Cuando me disponía a levantarme Akessa se puso en pie casi al mismo tiempo. - Sé que tienes que irte, pero me gustaría volver a charlar contigo. Has conseguido que esta noche olvide la soledad. - Creo que es una idea excelente.- sinceramente estaba encantado de que Akessa me pidiera algo así.- ¿Puedo volver mañana un poco más temprano? - Mañana no será posible pero, nos veremos pronto.-en ese momento ella cerró la puerta, dejándome allí plantado. Al volver a casa no pude conciliar el sueño. Al día siguiente no puede parar de pensar en ella. Ya que no estaba seguro de cuando volveríamos a vernos, pensé que, quizás, ella volvería al local donde nos conocimos. Así que aquella misma noche regresé a la taberna. Estuve varias horas, pero no apareció. Durante tres noches la estuve esperando, sin resultado….




Continuara...

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