lunes, 24 de octubre de 2011

Criaturas De La Noche




Criaturas De La Noche
Después de dos siglos de guerras continuas entre licanos y vampiros, los dos clanes habían logrado establecer una alianza política para gobernar el reino de las tinieblas. Ahora sí controlarían el mundo de los humanos uniendo sus fuerzas infernales. Los humanos habían contrarrestado el ataque de estos dos clanes con ayuda de la ciencia, desarrollando armas especializadas con químicos altamente destructivos. Ya los ajos, las estacas, o la plata, no servían para eliminar a éstas criaturas maléficas que se disputaban por milenios su único botín, el hombre. La alianza política de los clanes se dio gracias al amor entre una mujer lobo y un vampiro. De ellos nacería una criatura muy poderosa que lograría hacerse del gobierno de las dos especies. Así, subyugaría completamente a la raza de los mortales. Luego de un tiempo, Acanio nació. Era un hibrido espantoso capaz de transformarse en una bestia con la corpulencia de un lobo con fauces terribles, y la virulencia de un vampiro altamente tóxico y corrosivo. Los hombres, que por muchos siglos habían perseguido y destruido a estos seres de la noche, experimentaron las primeras muertes y cacerías. La fusión, había aventajado obviamente a los clanes en número, organización y fuerza. No pasó mucho tiempo para que los licanos y vampiros diezmaran a la raza de los mortales casi hasta el límite. Entonces, el Arcángel Miguel descendió desde el eterium con seis ángeles. El Creador de los hombres le había asignado el exterminio de las criaturas de la noche. Siete terremotos se sintieron sobre tierra cuando los seres alados descendieron. Comenzaron a caminar en dirección a la inmensa ciudad subterránea de Acanio. Allí, las bestias esperaban la señal crepuscular agonizante del día, para ascender y seguir devorando y destruyendo la raza humana. De un batallón de cinco mil soldados de guerra, incluyendo la marina y aviación, quedaban sólo quinientos, la mayoría de fuerzas especiales e inteligencia militar. Los químicos altamente destructivos no eran suficientes para contrarrestar el ataque de las bestias con su potencia descomunal. Vampiros y licanos tenían su mejor arma, la asombrosa capacidad para regenerar sus células. Se hacían llamar inmortales precisamente por esta extraña cualidad que los hacía prácticamente invencibles frente a los humanos. Pero su secreto lo tenían bien guardado en un libro llamado Crónica de la Caída de los Ángeles. Allí se encontraba el misterio de sus orígenes basado en un antiguo y oscuro pacto. Un grupo de hombres estaba al tanto de la existencia del libro, habían logrado entrar a la inmensa catacumba subterránea. De día, el paso había sido fácil, todas las criaturas estaban embutidas dentro de sus criptas o nichos lobunos. El lugar tenía el diseño de una ciudad moderna enterrada bajo el subsuelo. De tantas horas de camino, hurgando en todas las moradas decoradas con un tétrico color ocre, Ulises, el jefe de la peligrosa expedición, había dado con el libro. Entonces, todos se precipitaron hacia la salida porque estaba próximo el alba, le habían robado dos horas no permitidas al cronómetro. Los hombres comenzaron a percibir los gruñidos de las bestias, uno a uno fueron desapareciendo detrás de Ulises que quería llegar al umbral de la cueva. Acanio inició su diabólica metamorfosis, ensanchando su boca, haciendo crecer sus colmillos, oscureciendo su carne membranosa, agrandando la extensión de su cuerpo y extremidades. Ulises salió y corrió a grandes zancadas. Con el libro podría hallar la debilidad de las criaturas de la noche. Por fin, los humanos destruirían a sus más odiados depredadores. Pero no, Acanio logró darle alcance. Ulises trataba de esconder el libro. Acanio, la horrenda bestia, se lo arrancó con un zarpazo y le dio muerte. Los licanos y vampiros, siguieron su guerra contra el género humano destruyéndole a cada paso. El primer gobierno mundial estaría en manos de una bestia de la oscuridad. Miguel se aproximaba con los demás ángeles a la ciudad de Acanio. Desenfundaron sus espadas resplandecientes. La bestia hibrida estaba confiada, impertérrita, esperando al ángel que venía a retarle. Ya sus lacayos estaban preparados para hacerle frente a los extranjeros. Entonces, los seres alados llegaron con la luz del cielo, y sólo su luz los debilitó. Acanio, que era el más fuerte, saltó hasta la salida de la cueva, sólo tenía fuerzas para huir. Atrás quedaron sus bestias fulminadas por la luz de los visitantes del eterium. Y cuando la bestia hibrida se creyó ilesa, desplazándose a gran velocidad, aprovechando todavía la noche para traspasar la cumbre de la montaña del mundo, salió la luz del alba y lo aniquiló. Entonces, los siete ángeles movieron sus alas hasta el cielo. Nunca más los hombres serían exterminados por las criaturas de la noche, sólo sus bombas atómicas podrían hacerlo.

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